
Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía.
Lenin
Érase una vez una Navidad especial. Una navidad de emociones, no de derroche. Una navidad de sonrisas, abrazos y liberaciones del “ego”.
Érase una vez una navidad llena de familias que se reúnen para comer o para cenar, y que cocinan todo juntos, sin agobios ni nervios, ni reproches ni palabras malsonantes. Cada uno desempeñando el rol que mejor se le dé en función de su edad o lo que más le guste hacer (cocinar, decorar la mesa, elegir algo de música bonita, recoger la cocina, fregar los platos…) todos sintiéndose parte de un todo y compartiendo esos momentos que después pasarán a nuestro baúl de recuerdos, cocinando lo justo y pensando en que sí sobra algo pues oye!! Que igual se lo podrían llevar a alguna otra familia que lo pudiera necesitar.
Érase una navidad sin regalos comprados, todos hechos a mano o comprados pero desde la necesidad y sin el objetivo de tener que consumir porque en estas fechas es lo que toca y si tú me regalas yo te regalo y si yo me gasto 100 tú también debes hacerlo porque bla bla bla y bla.
Érase una navidad en la que todas las familias están unidos porque quieren y no porque se sienten obligados a formar parte de un todo con el que no se sienten identificados.
Érase una navidad en la que ni un sólo miembro de la familia va a entrar por la puerta de casa faltando al respeto al cuñado, quejándose del tráfico, del frío y de que es la última vez que se juntan en su casa porque vaya morro que tiene la nuera.
Érase una navidad en la que las familias con niños se acercarán a los hospitales a cantar villancicos a otros niños con menos suerte, o a las residencias de abuelitos a pasar la noche con ellos jugando al bingo y comiendo turrón de jijona, que cuando la dentadura flojea ya sabemos lo que pasa.
Érase una navidad en la que los adultos enseñen a través del ejemplo a los pequeños de la casa que lo bonito de la navidad es ser consciente de la suerte que tienen de tener una casa, salud, un plato de comida, una familia que les quiere y claro que sí! Algún regalito pero no porque es navidad, si no porque se lo merecen por buenos estudiantes, buenos hijos y porque es súper emocionante ver a un niño real abrir un regalo real con ojos de sorpresa real, ilusión real y agradecimiento real.
Érase una navidad sin excesos, sin alcohol al volante, sin egoísmos, sin envidias y sin pedanterías consumistas.
Érase una navidad que molaría que fuera perenne.
Una semana para la navidad. A ver qué desaprendemos este año.