
Si me quieres escribir
Rolando Alarcon
Ya sabes mi paradero
En el frente de batalla, primera línea de fuego.
Para un aragonés de pura cepa el concepto “malismo” puede recordarle a esa manera de definir cuando algo está malísimo (como la borraja poco hecha, los bocadillos de atún con mayonesa o los torreznos fritos hace tres días). Para el resto de la humanidad, el concepto “malismo” se entendería como algo así:

En mi cabeza como no podía ser de otra manera habida cuenta de mi anterior entrada a este blog, existen tres tipos de malismo: El malismo adquirido, el malismo impuesto y el malismo de pacotilla.
El malismo adquirido sería el malismo hitleriano, malismo nivel jemeres rojos capaz de fulminar con la mirada todo lo que se le antoje. Por desgracia, estos malistas adquiridos tienen el “súper don” de la no empatía, por ende son tremendamente incapaces de ver el mal en sus acciones, no sólo eso si no que son capaces de justificar hasta que le han quitado el perro lazarillo a un ciego por si acaso les mordía, vamos, por su bien y tal. Malistas del mundo, DESAPARECED. Gracias.
El malismo impuesto es aquel que cansado de ver y sufrir en sus propias carnes las vergüenzas e injusticias del mundo ha tomado la inteligente resolución de volverse malista. Obviamente su esencia no es esa así que lo del malismo les sale regulin, pero eso no quita a que no sean capaces de pegar un puñetazo en la mesa si es necesario. Los envidio un poquillo creo, porque yo soy de esas malistas de las que hablaré ahora que tiene tan poca confianza en sí misma que cuando se enfada utiliza el mismo lenguaje que Dora la exploradora; vamos, que verme enfadada es todo un show digno de tribuna VIP y palomitas de colores, una ridiculez de narices.. Tengo además la gran facilidad de enfadarme siempre conmigo misma así que imaginaros el show.
El malismo de pacotilla… puff.. ese sí que es de traca.
Para mí , esta sería la definición de malista de pacotilla: Dicese de todo aquel o aquella que se hace pasar por “malista” porque es incapaz de reconocer lo buenísima persona o lo grandísimo que tiene el corazón. Y como además está convencido de que ser malista es la única opción de sobrevivir en este planeta sobreactúa a unos niveles de Oscar hollywoodiense y queda fatal. Aingsss..
Malistas en el trabajo, malistas en el amor.
Si el jefe no hace yo tampoco.
Si ella no llama yo tampoco.
En serio?
Malistas del mundo, esa no es la actitud.
Un consejo de malista de pacotilla: Si la vida no os ha otorgado el “don” de ser un malista adquirido de esos que llaman gilipollas a la cuñada en pleno cumpleaños familiar porque sí, no os esforcéis en serlo, en serio, que no “fa falta” y tal. Que ser malista no estuvo jamás de moda. Que lo que tenéis que hacer es juntaros todos y formar el club de los osos amorosos, que esos sí que saben de la vida.
Y este artículo se lo dedico a Melchor, porque sí, porque de malista tiene más bien nada, porque si el planeta estuviese lleno de gente como él (omitiendo su hipondriaquismo innato) anda que no molaría todo muchísimo más. Porque una persona que con dos frases es capaz de arreglarte un día es alguien con súper poderes.
Y así de malista lo veo todo, y así de malismos podemos llegar a ser.
Blue monday.
Osos amorosos del mundo, namaste 🤘🏻✨